Ayer vi BIG EYES, la última peli de Tim Burton, basada en hechos reales. No conocía la historia. Para quien no sepa de qué va, la trama se ubica en los años 50-60 y describe la vida de la pintora Margaret Keane y la manera en la que su marido, Walter Keane, se apropia de la autoría y del gran éxito de su obra, esos cuadros que representaban niñas y niños de grandes ojos, enarbolando la bandera del bien familiar, del amor, del futuro, envolviéndola en un capullo tejido con destreza.
¿Cómo de doloroso es entregar, delegar, regalar la creatividad, tus obras, tu identidad, tu esencia, tu sentir, tu manera de hablarle y gritarle al mundo, a otro, a otros….?
Margaret y Walter Keane, en 1957.
Pienso en tantas mujeres inventoras, escritoras, músicas, poetas, pensadoras, filósofas, creadoras, artistas no reconocidas, diluidas en la historia; tan sólo un nombre extirpado, invisible tras un anónimo, engañado, auto-engañado tras otro nombre. Un nombre legítimo de varón. Y recuerdo por un momento a Virginia Wolf cuando afirmaba: «Aventuraría que ese anónimo, que tantos poemas sin firmar, los escribió una mujer».
No me saco de la cabeza ese hueco artístico-filosófico-creador en la historia por donde han caído tantas mujeres que nos dejan huérfanas/os a la humanidad. Todas esas que no tuvieron otra opción más que catalogar como anónima su obra artística. O todas aquellas que la han firmado con el nombre de su marido, amante, mecenas, hermano, padre… bien por las circunstancias de desigualdad tajante y tangible del momento histórico (el que las mujeres no tengan permitido reivindicarse como artistas y obtener reconocimientos y ganancias por ello), bien por otras circunstancias de desigualdad mucho más sibilinas e invisibles pero bien reales: por toda esa simbología romántico-patriarcal donde el amor es y debe ser el centro de nuestras vidas; por la familia, por la estabilidad y ese «deber» ser la columna vertebral del hogar, la que aporte equilibrio; por ese «bien común», por ese «neutro» que tanto nos ha jodido y nos sigue jodiendo a las mujeres. Y que aún tenemos instalado y bien programado tan dentro.
La de recursos, energías, esfuerzos, dinero y tiempo que las mujeres ofrecemos y regalamos en nombre de ese amor romántico-patriarcal, pretendiendo una igualdad que no es real, que no existe…
Margaret Keane, que recuperó sus derechos como autora
Y decidme que me voy por los cerros de Úbeda. Pero, estando yo esta mañana en medio de estos debates internos, tazón de cereales en mano, de repente se me removió el estómago e hice el «link». Escuchaba una noticia sobre la captación de mujeres para la Yihad en Ceuta y Melilla. Preguntándole la periodista a una trabajadora social por los métodos de captación de las adolescentes, ésta respondió: «Ni a través de la religión, ni de otras vías… A estas chicas se les capta por lo romántico». Y pensé que BIG EYES, la desigual repartición de las tareas domésticas y los cuidados, el aprendizaje por parte de las mujeres de una sexualidad orientada a complacer, la construcción desigual de tantos proyectos conjuntos personales y laborales y la noticia que estaba escuchando hablaban de lo mismo.
Y, como tantas veces, Marcela Lagarde volvió a mi cabeza, afirmando que las mujeres hemos avanzado en mucho campos, pero no en cuestionarnos el peso simbólico y político del amor, las desigualdades que genera en su nombre, lo fácil que caemos en sus redes, el cómo condiciona nuestras vidas, la manera en que este amor patriarcalizado imperante (que NO es la única opción, y ahí está nuestro poder de cambio, en tejer nuevas experiencias amorosas) no saca la energía y los sueños; el cómo está anclado en lo más profundo de nosotras.
Tanto como para que unos ojos tan, pero tan grandes, pierdan a su dueña.