Cuando era pequeña soñaba con ser periodista.
Vale, también arqueóloga (egiptóloga, para ser más concreta). Y me soñaba a mi misma viajando a países lejanos, conociendo gentes tan diferentes a mi que me dejaban con la boca abierta.
Me imaginaba en mis sueños denunciando injusticias, cubriendo revoluciones, ayudando a personas con los granitos de arena que pudiera, colaborando para construir un mundo mejor, más humano, más colaborativo, más consciente, más respetuoso con la naturaleza, más igualitario, un mundo donde todas las personas vivieran más libres y tuvieran más oportunidades de llegar a ser quien realmente son.
Supongo que eran estos sueños los que en el colegio me llevaron a elegir la asignatura optativa de «periodismo». Y allá que íbamos, cámara en mano, entrevistando por la calle. Y yo disfrutando como una loca con mis compañeras.
Después, tuve una gran decepción. Empecé a ver cómo los medios de comunicación tenían rígidas líneas editoriales. Comencé a imaginarme escribiendo verdades, denunciando injusticias… y siendo limitada por mis jefes, enfadados y mandones en mi imaginación, quienes me prohibirían escribir libremente. Y me vine abajo. Decidí encaminarme a la facultad de comunicación pero no a estudiar periodismo, frustrada como me sentía, sino publicidad y relaciones públicas.
De esta carrera, que prácticamente nunca ejercí, me llevo una buena base como comunicadora, la certeza de que no me gustan los mundos del postureo, los cigarros compartidos con mis queridas amigas de la universidad, las asignaturas de creatividad, las de psicología y mi amada profesora de antropología I y II. Maravilla.
17 años después de haber comenzado la carrera, puedo decir que de alguna manera todo ha encajado. He trabajado en comunicación y en cooperación internacional a un lado y otro del globo. Disfrutando y aprendiendo una barbaridad. Me he especializado en derechos de las mujeres y feminismos. Trabajo como coach acompañando procesos de cambio (lo cual me hace muy feliz). He conocido personas maravillosas y diversas que me han regalado lecciones importantísimas para mí. He intentado poner siempre mi granito de arena para que el mundo sea un poco más habitable. No sé qué tanto lo he logrado, pero ahí sigo.
Y aún os tengo que contar algo importante. Algo que, de alguna manera, cierra ese círculo de mi infancia donde me soñaba siendo una periodista deslengüada, libre, que aportaba algo a su particular «revolución del metro cuadrado».
Hace un tiempo comencé a escribir en PIKARA MAGAZINE y, aunque no os lo creáis, tantos años después, cumplí mi sueño. Ese sueño de infancia.
Escribo en un medio como aquellos que yo imaginaba: un medio libre, crítico, diverso, feminista, que lucha contra las desigualdades y las denuncia sin pelos en la lengua.
Un medio creado desde abajo, no desde las instancias de poder, desde y con las mujeres; y donde siempre hay un oído atento a escuchar nuevas propuestas. Un medio que no censura sino que abre grietas e imagina nuevos mundos, que es para lo que ha de servir el periodismo y que, por desgracia, es escaso hoy en día.
Por si aún no lo sabes, te lo cuento: escribo en una sección que se llama «Mano de Santa» y que nació siendo un consultorio de desarrollo personal con mirada feminista. Un espacio abierto donde cualquiera que se encuentre en un momento de cambio vital, de dudas o desorientación pueda compartirnos su situación. Un espacio seguro y sin juicios donde ofrecer una orientación mediante un artículo que pueda servir para más lectoras y lectores. Un consultorio que creamos mano a mano con la ilustradora Núria Frago, de la que sólo puedo decir que hace un trabajo genial.
Ilustración de Núria Frago para el artículo «Sí, me siento bloqueada. Y mucho» – Web Núria Frago
Me hace muy feliz poder ofrecer mi acompañamiento a las personas desde esta vía, siempre desde este rol de aprendiz en el que me siento a gusto.
En la sección ya hemos hablado de temas tan interesantes como qué es el coaching feminista y qué puede aportar; nos hemos sumergido en la violencia psicológica «luz de gas»; en la dificultad de encontrar en ocasiones nuestro propósito en la vida; hemos reflexionado sobre la presión social y familiar por tener «que ser alguien en la vida»; sobre el estigma de la «mala hija» y el no llevarte bien con tu familia…
Desde aquí, te animo a escribirnos y a contarnos cuál es tu momento vital. Si quieres que te oriente mediante un artículo que sirva además a más lectores y lectoras pikaras, escribe a participa@pikaramagazine.com
¿Quieres echar un vistazo a la sección y al tipo de cartas que nos han enviado?
Aquí la tienes: sección «Mano de santa»